Basado en Hebreos 4:1-13 (Versión Reina Valera 1960)
Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, no entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día. Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo. Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones. Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.
Si leemos bien este pasaje, y claro, apoyados por tantos otros lugares en las Escrituras, entenderíamos que existe en cada ser humano el libre albedrio y la capacidad de la fe. Estas cosas vienen con cada ser humano como parte de nuestra semejanza con el Altísimo, como creación suya. Cada persona, hasta los niños, tienen la capacidad de escoger y de tener fe. Y como tal, las cosas de Dios son también así de sencillas. Porque Dios mismo dijo que teníamos que hacernos como niños para poder entrar en el reino de los cielos.
Puede que pregunten: ¿Qué tiene que ver la fe y el libre albedrio con la promesa de reposo que leímos al comienzo? ¡Todo! Leímos que tanto los discípulos del Señor, como las personas que precedieron a los discípulos, antes que viniera el Señor a nacer en esta tierra, y ahora nosotros, todos hemos sido expuestos al Señor, y que sí hay reposo cuando tenemos una fe genuina. Desde el principio ha habido esa oportunidad, desde Adán y Eva, cuando el Señor cubrió su desnudez al hacer el primer sacrificio para expiar sus pecados. Enoc camino con Dios, y de tal manera que un día, Dios se lo llevo con El físicamente. Noé condenó al mundo entero con su fe, porque le creyó a Dios. ¿Qué podemos decir de Abraham, el padre de nuestra fe? ¿Y qué de David, de donde Dios mismo iba a dar a Su Mesías, porque tenía que ser Hijo de David? Y claro, tenemos a todos los apóstoles y los discípulos que estuvieron con el Señor, y todos los que les siguieron después, que ya no están aquí en este mundo, sino que están aguardando ese gran día cuando todos los que amamos al Señor entremos en Su eterno reposo. Todos usaron su libre albedrio para escoger poner su fe plenamente en Aquel que reina por toda la eternidad. Y muchos de ellos escogieron creer de tal manera, que, aunque no vieron las maravillas de Dios en su vida, estimaron ser más digno morir por la fe en Cristo que negar tal fe y preservar sus propias vidas, como está escrito: Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos estos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros. Hebreos 11:36-40. Pero desgraciadamente, también leímos que hubo (y habrán) aquellos que no alcanzarán tal reposo de Dios porque, aunque recibieron la Palabra, no hubo fe, y eso no sucedió porque les faltaba las aptitudes, por decir, sino porque escogieron no creer. El poder alcanzar el reposo de Dios tiene todo que ver con el libre albedrio y la fe.
Ahora bien, ¿de qué se trata este reposo que Dios ofrece? Esto dice la Palabra: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más. Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas. Apocalipsis 21:1-5. El lugar que Dios tiene preparado para aquellos que le aman no tiene nada que ver con dormir por una eternidad. Los muertos en Cristo duermen al momento, pero un día serán despertados para que todos juntos, los que todavía vivimos y los que murieron antes, seamos todos juzgados, y a los que Dios tenga por dignos de entrar en Su reino, esos somos los que entraremos en Su reposo eterno. Y el reposo de que habla el pasaje consta del descanso del pecado y de todo lo que el pecado acarrea; la tristeza, las enfermedades, los dolores, la soledad, en fin, hasta la muerte. Dios va a terminar con todo el mal algún día, posiblemente no muy lejano de hoy, y viviremos eternamente y para siempre con El, en un reino único y eterno, y lo más importante de todo, donde ya no existirá más el pecado.
Entonces, ¿Qué hay que hacer para entrar en ese reposo eterno, en el reino de Dios? Debemos usar nuestro libre albedrio para poner nuestra completa y total fe en el Señor, y estimar al Señor más que a nuestras propias vidas, porque El lo vale, es digno de eso y de mucho más. Y la fe consta no de palabras, sino de obras, de servicio, de esmero, de sacrificio, de todas las cosas que están sujetas a nuestro libre albedrio. Por eso que dice la Palabra: Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Deuteronomio 6:5. Dios no va a dejar entrar en Su reino, en Su descanso, a personas que no buscan hacer Su voluntad. ¿Por qué? Porque es demasiado grandioso lo que nos espera. La promesa es algo que va mucho más allá de nuestra capacidad de poder entender. Y si no podemos serle fiel aquí y ahora, en lo poco, ¿Cómo podremos recibir cosas mucho mayores que estas? Como dice la Palabra: El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Lucas 16:10-11. La promesa del reposo eterno en Dios tiene mucho más valor que cualquier cosa que podamos tener aquí, y supera cualquier dificultad que estemos pasando en este momento (porque este mundo es un momento comparado a lo infinito de la eternidad). Así que, ¿Escoges estimar más lo que Dios tiene reservado para aquellos que le aman en la eternidad que este mundo temporal e imperfecto? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!