Basado en Mateo 7:1-6 (Versión Reina Valera 1960)  

No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.

En este pasaje, el Señor habla acerca de que no debemos juzgar a las personas, pero también nos da una advertencia muy peculiar que envuelve a dos animales. No obstante, en otros lugares de las Escrituras, se nos dice que es necesario juzgar, y que debemos tomar ciertas decisiones en base a ese juicio. Entonces, algunos se preguntarán, ¿Hay contradicciones en la Biblia? Una cosa hay que tener muy claro, para comenzar, y eso es, de que en la Biblia no hay contradicciones. Todo trabaja como un conjunto muy armonioso, desde el Genesis hasta el Apocalipsis. Si algo luce como contradicción, entonces sencillamente, hay que ahondar un poco más y buscar dentro de la Palabra misma, y por supuesto, siempre con la guía del Espíritu Santo. La Palabra de Dios no se puede entender humanamente, sino solo a través del Espíritu Santo.

Ahora bien, veamos primero un pasaje que nos llama a juzgar. Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo. 1 Corintios 2:14-16. Aquí entendemos que hay un tipo de persona, por decir, qué, sí debe juzgar y que tiene la capacidad de juzgar, y ese es el espiritual. ¿Quién es esta persona? En este pasaje, Pablo habla de dos personas, del hombre natural y del espiritual. Entendemos que el hombre natural es la persona que no tiene el Espíritu de Dios, el que sencillamente no a nacido de nuevo en Cristo, ni se ha rendido totalmente al Señor. Ese es el hombre natural. Y el espiritual es el opuesto, la persona que sí se ha rendido al señorío del Señor, y por lo tanto, tiene el Espíritu de Dios. Pero vemos un detalle aquí, como el uso de la palabra “discernir”. ¿Qué significa esto? En su definición más sencilla, significa el poder entender, comprender, y poder ver más allá. Y se conjuga con la palabra “espiritualmente”. Entonces, entendemos que el juicio no consta de condenación, sino más bien, de poder llegar a entender y comprender las cosas a través del Espíritu de Dios, y así poder actuar adecuadamente, prácticando la justicia de Dios. Esto mismo aplica al pasaje que vimos al comienzo. El Señor uso la palabra “juzgar” en el sentido de ver lo que una persona es y condenarla, y eso es lo que El dijo que no hiciéramos, que no debemos condenar a las personas. Pero, debemos entender para comenzar, lo que estamos haciendo nosotros mismos, para después lograr a entender a través del Espíritu adonde están los demás.

Entonces, este asunto de entender es claro a través de la Palabra, que es de suma importancia. Nosotros debemos entender que pasa dentro de nosotros mismos, porque es que hacemos las cosas, y también, debemos entender que hacen los demás, porque sí es necesario tomar decisiones sabias, si queremos agradar a Dios. Porque de esto se trata todo el asunto, de hacer la voluntad del Padre. Por eso es que las cosas ni pasan solas nada más como muchos creen, que lo único lo que decides es creer en Cristo, y El se encarga de todo lo demás; ni tampoco es el asunto de que todo depende de nosotros, y que, si yo no hago algo, nada va a pasar. Hay un balance, por decir. Pero una cosa es muy segura, y esa es de que existe tal cosa como responsabilidad, un concepto que elude mucho el pueblo de Dios. Esto por ejemplo leemos: Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis. Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los que están fuera? ¿No juzgáis vosotros a los que están dentro? Porque a los que están fuera, Dios juzgará. Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros. 1 Corintios 5:9-13. ¿Qué vemos aquí? Que las personas que todavía no conocen de la Verdad de Dios, ni han tomado ninguna decisión por el Señor, siguen en ese lado donde hay que darles la oportunidad, y no debemos juzgarlas, en el sentido de condena como lo vimos antes. Pero, a la persona que, sí conoce la verdad, y conociendo esa verdad desea seguir en las cosas del mundo, hay un severo problema. Desde el momento que una persona ha sido expuesta al evangelio y supuestamente ha aceptado seguir algún tipo de fe, pero desea seguir la carne y sus deseos, las excusas se acaban, y va a ser tomado responsable por sus hechos, y nosotros como creyentes debemos tomar decisiones de acuerdo a esto. Esto dice la Palabra: Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Gálatas 5:19-21.

Para explicar aún más el asunto. Todos somos pecadores, hasta los que seguimos al Señor, pero la gran diferencia es que debe haber un antes y un después en la vida de una persona que ha decidido seguir a Cristo, y debe haber un proseguir en seguir siendo transformado, y no en mantener un estilo de vida de desorden y de pecado. Y si una persona persiste en mantener un estilo de vida de pecado, conociendo el evangelio, ya está acumulando juicio sobre si, y no nuestro juicio y condenación, sino la de Dios, porque Dios lo tomará por responsable, por su conocimiento. Y nosotros estamos llamados a saber discernir todo esto. ¿Por qué? Porque el que apoya el pecado también no será tomado por inocente; y porque debemos temerle a Dios, donde comienza toda la sabiduría divina: El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. Proverbios 1:7. A esto se refería el Señor cuando dijo: No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos... El perro vuelve a su vomito y el cerdo después de ser lavado, vuelve a revolcarse en la suciedad. A esto es que el Señor se refiere cuando las personas siguen practicando el pecado, cuando viven un estilo de vida de pecado después de haber sido expuestos al evangelio, y con esto hay que tener mucho cuidado. Hay que saber discernir. No podemos andar por este mundo como ignorantes, porque la voluntad de Dios es que le obedezcamos, usando nuestro libre albedrio para bien. Por eso dice: Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Santiago 1:5. Debemos saber discernir nuestros propios hechos y los hechos de los demás para poder hacer la voluntad de Dios de acuerdo a las circunstancias. Así que, ¿Has aprendido a discernir, o sigues ignorando el mal voluntariamente? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!

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