Basado en Lucas 23:26-47 (Versión Reina Valera 1960)  

Y llevándole, tomaron a cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesús. Y le seguía gran multitud del pueblo, y de mujeres que lloraban y hacían lamentación por él. Pero Jesús, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos. Porque he aquí vendrán días en que dirán: Bienaventuradas las estériles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron. Entonces comenzarán a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos. Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará? Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos. Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes. Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si este es el Cristo, el escogido de Dios. Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre, y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo. Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS. Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; más este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad. Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró. Cuando el centurión vio lo que había acontecido, dio gloria a Dios, diciendo: Verdaderamente este hombre era justo. 

Como veremos, este testimonio del malhechor quien justifico al Señor, puede ser el de más fe en todas las Escrituras. Para comenzar, ¿Por qué era que estaba este malhechor siendo crucificado? De acuerdo con la Palabra, era ladrón, como está escrito: Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. Mateo 27:38. No sabemos si robo mucho, o poco, o a quién le robo, etc. Solo sabemos que era un ladrón. Por lo tanto, de acuerdo con los diez mandamientos, siendo parte de la ley de Moisés, era lo que usaba Israel para juzgar y condenar, como también las leyes cívicas que Roma había establecido, este hombre tenía que ser castigado, tenía que pagar por su crimen. Cualquiera diría en nuestra sociedad hoy que era un castigo extremo, porque hoy, ningún país desarrollado condena a muerte a un ladrón. Mirándolo sociológicamente, han cambiado mucho las cosas entre aquel entonces y hoy, y por eso que también tenemos lo que tenemos hoy, porque se ha perdido el nivel del orden, y el peso, por decir, de los males que se hacen.

Así que, este hombre, por su misma confesión declaró que lo que le estaba sucediendo era lo justo. El no excusaba su maldad. El no reclamó que era injusto lo que le estaban haciendo. El no comenzó a reclamar sus supuestos derechos como muchos criminales los reclaman hoy. El no le echó la culpa a la sociedad o a sus problemas familiares por el mal que hizo. Y aún lo más importante, él no se rebeló en contra de Dios por su condena. Entonces, no solo habiendo sido condenado a muerte, sino sufriendo su muerte en la manera más cruel y prolongada que pudiera ser posible que una persona sufriera, en esta condición fue en la que se vió cuando se encontró con el Señor. No sabemos si este hombre tuvo un encuentro previo con el Señor. Solo vemos que tenía un conocimiento general, y que sabía que el Señor no había hecho ningún mal para merecer ser crucificado. Lo conocía como un hombre inocente siendo malamente condenado.

Para argumentar el punto principal sobre este hombre, tenemos que ver lo que significa la fe. La Palabra de Dios define la fe como tal: Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1. Aún más sencillamente, la fe se trata de creer o tener convicción en algo que no puedes ver al momento. ¿Cuál es la diferencia en la fe entre este hombre, y todos los que los precedieron, los que vivieron en su tiempo, y hasta con nosotros hoy? Si vemos las cosas antes de que fuera crucificado el Señor, se podía tener la fe en Dios porque todos habían visto palpablemente los grandes hechos de Dios, comenzando por Enoc, hasta Noe, Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, David, Elías, y tantos otros que experimentaron al Señor, viendo sus obras supernaturales como Dios. Cuando estuvo en la carne en esta tierra, las personas también vieron muy tangiblemente las obras del Señor como todas sus maravillas y milagros, que hasta levanto a los muertos. Después de la muerte y la resurrección, y la ascensión del Señor al cielo, todos nosotros tenemos los testimonios escritos de aquellos fieles que vieron con sus ojos las maravillas del Señor. Nosotros sabemos no solo como comenzó la historia, sino también como siguió, y como sigue hoy, que Jesús es Dios. Pero ¿Qué vió este ladrón? El vió el momento más difícil de poder creer en el Señor. El vió parte de la historia que hasta puso a los apóstoles a prueba, y temo decir que hasta ellos fallaron en su fe en ese momento, cuando fue arrestado como está escrito: Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron. Marcos 14:50. Este ladrón vió al Señor en Su peor momento, cuando no se podían ver ni las grandes maravillas, ni los grandes prodigios, ni los increíbles milagros. ¿Qué fue lo que vió este ladrón? Como profetizo el profeta Isaías: Subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Isaías 53:2-7. Entonces, este hombre mostró una fe superior a todo lo de antes y hasta ahora, porque creyó en el Señor estando en el momento más difícil de creer, humanamente hablando. A pesar de que estaban sufriendo el mismo mal, escogió ver al Señor como era (y es), y permaneció en esa fe hasta el último momento, sin ver su propio problema físico resuelto y ver al Dios en quien confío también morir delante de sus ojos, y fue justificado por su fe. Hoy tenemos muchas razones para tener fe en el Señor, porque sabemos que resucitó y está a la diestra del trono de Su Padre, como el Rey y Señor que es. Así que, ¿tienes una fe que a lo menos se asemeje a la de este ladrón arrepentido? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!

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