Basado en Números 2:31 – 3:4 (Versión Reina Valera 1960)
Todos los contados en el campamento de Dan, ciento cincuenta y siete mil seiscientos, irán los últimos tras sus banderas. Estos son los contados de los hijos de Israel, según las casas de sus padres; todos los contados por campamentos, por sus ejércitos, seiscientos tres mil quinientos cincuenta. Mas los levitas no fueron contados entre los hijos de Israel, como Jehová lo mandó a Moisés. E hicieron los hijos de Israel conforme a todas las cosas que Jehová mandó a Moisés; así acamparon por sus banderas, y así marcharon cada uno por sus familias, según las casas de sus padres. Estos son los descendientes de Aarón y de Moisés, en el día en que Jehová habló a Moisés en el monte de Sinaí. Y estos son los nombres de los hijos de Aarón: Nadab el primogénito, Abiú, Eleazar e Itamar. Estos son los nombres de los hijos de Aarón, sacerdotes ungidos, a los cuales consagró para ejercer el sacerdocio. Pero Nadab y Abiú murieron delante de Jehová cuando ofrecieron fuego extraño delante de Jehová en el desierto de Sinaí; y no tuvieron hijos; y Eleazar e Itamar ejercieron el sacerdocio delante de Aarón su padre.
El Señor es un Dios de orden, un Dios que tiene un propósito y un lugar específico para cada cosa y cada persona. Y esto lo podemos entender a través de la creación, en todo lo que vemos, desde lo más pequeño, como lo que no se puede ver a plena vista (las cosas invisibles y microscópicas), hasta las cosas más grandes como los planetas y las estrellas, y todo lo que contiene lo infinito del espacio, lo que sabemos, y lo que aún nos queda por saber cómo raza humana, y dentro de eso entra también el reino espiritual. Aunque por el momento el pecado a corrompido el mundo presente, y aunque existe el diablo y sus huestes, de todos modos, el orden de Dios es inalterable. Y cuando las cosas y personas siguen Sus mandamientos, lo que El ha establecido, entonces las cosas trabajan bien en general, pero cuando hay rebeldía o desobediencia, ahí es que surgen los problemas, tanto como por consecuencia natural, como por castigo, como vimos con lo que sucedió con los hijos de Aaron, que murieron repentinamente porque ofrecieron fuego extraño delante del Señor. Entonces, hay que entender ciertas cosas muy claramente, si una persona desea el completo beneficio del Señor, tanto como para el presente, pero aún más importante, para la eternidad.
Ya que entendemos que el seguir al Señor y estar dentro de Su orden trae consigo bendición y vida eterna, entonces lo más lógico sería, obedecerle. El asunto es realmente sencillo. Si solo hacemos como El dice, todo caerá en su lugar, por decir. Pero para que eso suceda, debe haber algo infinitamente importante dentro de nosotros: la fe. Porque, ¿Cómo vamos a seguirle, y obedecerle como tal si no creemos en El? Esto dice la Palabra: Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11:6. Y aquí es donde vemos el primer desafío para el hombre. ¿Cree realmente que existe Dios, y lo que dice ser El en Su Palabra? Muchos dicen que, sí creen, pero sus acciones y sus pensamientos, sí, aún en su interior difieren de tal fe. Y si dudan en esto, sencillamente vean la conducta de tales personas. ¿No sería el mundo un lugar totalmente diferente si todos los que dicen creer realmente creyeran en Dios y le siguieran como tal? Estadísticamente hablando, un tercio de los habitantes del planeta confiesan creer en el Dios de la Biblia. Y ¿Qué pasa entonces? ¿Por qué vemos precisamente entonces el desorden del pecado en todo lugar, hasta en los que dicen creer en Dios? ¿Existe tal fe entonces? Porque podemos concluir este asunto de la siguiente manera, y la línea de lógica es muy sencilla; si una persona cree realmente en Dios, entonces creería que todo lo que él hace, Dios lo ve, lo sabe, y lo juzgara un día. El Dios de la Biblia no es ciego, ni sordo, ni aún menos, incapaz. El Señor es el Dios Todopoderoso, el principio y el fin, y el que juzgará a todo ser humano por sus hechos y sus pensamientos. Sí, Dios juzgara al hombre hasta por lo que piensa. Esto vemos en la Palabra: Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón. Y dijo Jehová: Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho. Genesis 6:5-7. Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras. Jeremías 17:9-10.
Puedo entender que es difícil tener en mente que Dios está en todas partes, y que conoce hasta nuestros pensamientos, y nos cuesta, porque lo normal es tomar en cuenta lo que percibimos con nuestros sentidos físicos, pero, no obstante, la fe es lo que nos da la habilidad (por decir) de llegar a ese entendimiento. Y si tenemos tal habilidad, y todo lo creado nos habla de Dios y de todo de lo que El es capaz, entonces ya no es problema de capacidad, sino más bien, es un problema de querer creer o no. Como está escrito: Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Romanos 1:20-21. Así que, de acuerdo a la Palabra, una persona sencillamente escoge querer tomar en cuenta a Dios y creer en El como tal. Muchos de los llamados eruditos de la Palabra podrán pensar que hay algo espiritual que tiene que suceder en una persona para que venga al conocimiento de Dios, pero Su propia Palabra nos explica que la creación es la que cumple ese trabajo, y si no pueden ver (por decir) lo obvio como todo lo que lo rodea, es porque sencillamente decide no prestar atención, y por esto no tienen excusa. ¿Podemos ignorar el sol, la luna, el aire que respiramos, el palpitar de nuestros corazones? Por algo la Palabra define como necia o insensata la persona que no busca de Dios, porque es una persona que sencillamente decide no querer hacerlo y escoge ignorar tales cosas que son totalmente irrefutables y notorias. Tal es la necedad del hombre que prefiere creer que todo esto es producto de un accidente cósmico en vez que sea Dios el creador de todo el universo. No obstante, la Palabra se cumple, que cuando una persona decide no glorificar a Dios y persisten en aquello, Dios mismo los entregará a su propia necedad, y recibirán como tal la condena que merecen.
Entonces, ¿Qué trabaja en conjunto con la fe? El temor del Señor. Cuando una persona llega a tener esa fe en el Señor y de llegar a entender Su capacidad, lo más lógico que debiera suceder es el temor, porque es un Ser demasiado grande y poderoso. Y cuando eso pasa, le debiera importar la opinión de tal ser. Por eso dice la Palabra: El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. Proverbios 1:7. Si entendemos cosas muy sencillas, tan sencillas que hasta un niño las puede entender, solo un poco de sentido de común seria su mejor aliado. ¿No es sentido común temerle a un Ser que todo lo puede, todo lo sabe, que está en todas partes a la misma vez, y aún es tan importante, que juzgará todo lo que hacemos y hasta pensamos? Así que, ¿le temes al Señor para vida eterna, o escoges hacer otra cosa para tu propia perdición? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!