Basado en Hechos 26:1-23 (Versión Reina Valera 1960)
Entonces Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar por ti mismo. Pablo entonces, extendiendo la mano, comenzó así su defensa: Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos. Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia. Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo. Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio; promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos. ¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos? Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret; lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras. Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes, cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados. Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial, sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento. Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme. Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.
Una de las cosas más primordiales o importantes que hay que entender es que, todos los que hemos decidido seguir a Cristo como el Señor comenzamos como algo totalmente distinto. Y esto es demasiado importante de entender, porque de esto mismo se trata de lo que Dios desea llevar a cabo en nuestras vidas. De esto precisamente se trata el nuevo nacimiento o del nuevo comienzo del cual hablo el Señor en el evangelio de Juan. Todos comenzamos como algo distinto, de alguna manera u otra, antes de conocer a Cristo. Dios nos rescató a todos nosotros, a los que le seguimos y venimos de una vida pasada que no se parece en nada a la vida que vivimos, en el presente, como lo contó el mismo Pablo en este pasaje. Y de esto mismo se trata el siguiente pasaje: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. 2 Corintios 5:17.
Uno que no haya experimentado esto puede pensar: ¿Cómo puede suceder algo así, como lo que sucedió en la vida del Apóstol Pablo? ¿Cómo una persona puede cambiar tanto, de comenzar en un lado del espectro, y terminar en el lado contrario? Y también puede que piensen, especialmente muchos llamados creyentes: ¿Esto pasa solamente en los escogidos, o puede pasar en cualquier persona? Y estas preguntas pueden responderse a través de la Palabra. Lo que sucedió en la vida de Pablo sucedió por la divina intervención del Señor. El Señor Jesucristo se le apareció a Pablo en el camino a Damasco, donde Pablo (antes conocido como Saulo) iba concentrado en seguir persiguiendo a la iglesia. Ahora bien, ¿Fue la aparición del Señor que solamente todo lo hizo? Pienso que algo ya estaba pasando en la vida de Pablo, aunque seguía enfocado en perseguir a la iglesia. La muerte de los santos debieran haber hecho algo en él, como la muerte de Esteban, y por eso que se hace tal hincapié o recuento detallado de la historia de como predicó Esteban, y hasta como vió el cielo abierto ante él, donde pudo ver al propio Señor a la diestra del trono de Dios, como lo dice la Escritura: Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios. Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon los oídos, y arremetieron a una contra él. Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Hechos 8:55-58. ¿Quién más pudiera haberle contado este momento a Lucas quien escribió el libro de Hechos, el más fiel compañero que tuvo Pablo aún en sus prisiones? El testimonio de Esteban no llevo a convertirse a Pablo, pero sí debe haber hecho algo dentro de él. Y claro, el encuentro con el Señor fue lo principal y lo culminativo. Pero sabiendo como actúa el Espíritu Santo, ¿No fue el mismo Señor que obró en la muerte de Esteban como en Su propia aparición? Y esto nos lleva a responder a la otra pregunta, de que si este tipo de conversión, solo pasa en seres escogidos. Y el asunto es que el Señor nos llama a todos por igual, y de distintas maneras. Puede que no sea como una luz tan brillante que hizo caer a Pablo de su caballo y lo dejo ciego. Pero también, ¿No se vé el amanecer del sol refulgente todas las mañanas en todas partes de este mundo, y todo por el diseño y la voluntad de Dios, mostrándole a diario al hombre la magnificencia del Altísimo? como está escrito: Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Romanos 1:20. Entonces, podemos concluir que Dios llama a todos a esta grande transformación. El asunto es de querer seguir o decidir obedecer a tal llamado.
Entonces, ¿Qué necesita una persona para poder llegar a tener tal encuentro y tal transformación? ¿Qué fue lo que hizo Pablo cuando Cristo habló con él? Le reconoció genuinamente como Señor, y decidió obedecer a Su llamado. Cuando una persona se arrepiente de todos sus pecados, (como lo hizo Pablo porque tuvo un cambio total de vida), y se sometió al Señorío de Jesucristo, donde todo cambia. No se trata de ser perfecto, ni de entender todas las cosas, sino aún más, de buscar, seguir y hacer la voluntad del Señor. Este es todo el asunto: ¿Escuchás a Dios cuando te habla a través de Su Palabra, y mientras demuestra a diario toda su grandeza y amor a través de Su creación y la cruz de Cristo? ¿Hás decidido seguir a Cristo como el literal y efectivo Señor de tu vida, sin reservaciones? ¡Qué el Señor les bendiga! John ¡Dios bendiga a Israel!