Basado en Hechos 21:15-36 (Versión Reina Valera 1960)
Después de esos días, hechos ya los preparativos, subimos a Jerusalén. Y vinieron también con nosotros de Cesarea algunos de los discípulos, trayendo consigo a uno llamado Mnasón, de Chipre, discípulo antiguo, con quien nos hospedaríamos. Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo. Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos; a los cuales, después de haberles saludado, les contó una por una las cosas que Dios había hecho entre los gentiles por su ministerio. Cuando ellos lo oyeron, glorificaron a Dios, y le dijeron: Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos por la ley. Pero se les ha informado en cuanto a ti, que enseñas a todos los judíos que están entre los gentiles a apostatar de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las costumbres. ¿Qué hay, pues? La multitud se reunirá de cierto, porque oirán que has venido. Haz, pues, esto que te decimos: Hay entre nosotros cuatro hombres que tienen obligación de cumplir voto. Tómalos contigo, purifícate con ellos, y paga sus gastos para que se rasuren la cabeza; y todos comprenderán que no hay nada de lo que se les informó acerca de ti, sino que tú también andas ordenadamente, guardando la ley. Pero en cuanto a los gentiles que han creído, nosotros les hemos escrito determinando que no guarden nada de esto; solamente que se abstengan de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación. Entonces Pablo tomó consigo a aquellos hombres, y al día siguiente, habiéndose purificado con ellos, entró en el templo, para anunciar el cumplimiento de los días de la purificación, cuando había de presentarse la ofrenda por cada uno de ellos. Pero cuando estaban para cumplirse los siete días, unos judíos de Asia, al verle en el templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano, dando voces: ¡Varones israelitas, ayudad! Este es el hombre que por todas partes enseña a todos contra el pueblo, la ley y este lugar; y además de esto, ha metido a griegos en el templo, y ha profanado este santo lugar. Porque antes habían visto con él en la ciudad a Trófimo, de Efeso, a quien pensaban que Pablo había metido en el templo. Así que toda la ciudad se conmovió, y se agolpó el pueblo; y apoderándose de Pablo, le arrastraron fuera del templo, e inmediatamente cerraron las puertas. Y procurando ellos matarle, se le avisó al tribuno de la compañía, que toda la ciudad de Jerusalén estaba alborotada. Este, tomando luego soldados y centuriones, corrió a ellos. Y cuando ellos vieron al tribuno y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo. Entonces, llegando el tribuno, le prendió y le mandó atar con dos cadenas, y preguntó quién era y qué había hecho. Pero entre la multitud, unos gritaban una cosa, y otros otra; y como no podía entender nada de cierto a causa del alboroto, le mandó llevar a la fortaleza. Al llegar a las gradas, aconteció que era llevado en peso por los soldados a causa de la violencia de la multitud; porque la muchedumbre del pueblo venía detrás, gritando: ¡Muera!
Hay muchos que dicen que llegar a la salvación de Dios a través de Cristo es fácil, y si, es verdad. Es muy fácil llegar a ser salvo, y la Biblia explica que uno e inclusive debe de hacerse como un niño para poder entrar en el reino de Dios. El Señor lo diseño esa manera, de que ni siquiera se tenga que hacer obras para ser salvo, y que todo se recibe por gracia. Las únicas cosas que hay que hacer son: genuinamente arrepentirse y convertirse de todos los pecados, y de creer y aceptar a Jesús como Señor. Si se hace esto en espíritu y en verdad, muy bien uno puede recibir el regalo de la salvación. Pero, ese es solo el comienzo. Para comenzar este caminar en Cristo, si es fácil, pero mas tarde o mas temprano, la realidad es, que hay un precio que pagar cuando se decide genuinamente seguir a Cristo. Y el precio puede ser caro.
El Señor habló de este asunto a Sus discípulos, y que debieran considerar el costo, el mismo costo que debemos también considerar nosotros, todos los que hemos realmente decidido seguir a Cristo. Esto es lo que esta escrito: Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. Lucas 14:25-33.
Ahora bien, ¿dijo esto el Señor para desalentarnos? Y la respuesta es: no. El Señor lo dijo porque es una realidad que más tarde o más temprano sucederá. Más tarde o más temprano, van a surgir problemas por esta fe en Cristo, aunque se trate de estar en paz con todos (como leímos hoy). Van a haber personas que les va a desagradar este Camino, esta fe en Cristo, y esta desavenencia puede surgir hasta con seres muy queridos y cercanos, hasta con los padres, o con los hijos, etc. No es que se nos manda a aborrecer a un ser querido, sino que el momento va a llegar cuando uno tiene que decidir entre el uno y el otro, o sea, la pregunta que puede surgir en un momento dado es: ¿Sigo al Señor, o niego mi fe para poder conservar y preservar esta otra relación que esta opuesta a Dios? Ese es el asunto. Y eso puede suceder cuando uno busca poner a Dios primero en su vida. Y el asunto puede ahondar de tal manera que puede que tengamos que hasta pensar lo siguiente dependiendo de la circunstancia: ¿niego mi fe para poder conservar mi vida? Esto fue lo que sucedió con muchos antes, y sucede ahora, donde muchas personas alrededor del mundo pagan el alto costo de seguir a Cristo con sus propias vidas porque son rechazados por su familia o muertos por su fe. No se sabe mucho de esto, porque los medios no buscan publicar tales cosas, o porque no les llama la atención, o porque están de acuerdo de alguna manera.
¿Es Dios el que hace el camino difícil? Y la respuesta es: sí y no. No, porque es el mundo en general que está en enemistad con Dios, porque sigue a Satanás. Dios ama al mundo, y de tal manera que hasta dió a Su Unigénito Hijo, a Jesús, para que todos podamos tener la oportunidad a la salvación. Pero sí, porque la única manera que podemos llegar a esta salvación eterna es al negarnos a nosotros, al pecado que todavía mora en nosotros y nos asedia. Es una condición que se tiene que vencer a través del Señor para poder estar con Dios, porque Dios es Santo, porque para poder estar en Su presencia, nosotros también debemos llegar a ser santos a través de Cristo, al permanecer en El y al ser transformados diariamente. Esa es la meta del Espíritu Santo y lo que enseña la Palabra de Dios. Por eso que es imposible quedarse en un comienzo y no proseguir a la meta que tenemos por delante. El acceso a Cristo y Su salvación es gratis y muy fácil, pero si hay un precio que pagar para poder terminar la carrera y lograr la meta. Así que, ¿estás dispuesto a no solamente creer en Cristo, sino también, a seguirle, pase lo que pase, para poder llegar a obtener lo que Dios ha preparado para aquellos que realmente le aman? ¡Qué el Señor les bendiga! John